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P.A.D.R.E

  • 12 jun
  • 2 Min. de lectura
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P: Presente aunque a veces en silencio  

A: Acompañante de caminos invisibles  

D: Determinado a sostener incluso con miedo  

R: Responsable de enseñar con el ejemplo  

E: Esencial en la construcción del ser  


El padre: esa figura a veces lejana, a veces ausente, pero siempre significativa 


Un padre no siempre sabe cómo expresar amor, pero eso no significa que no lo sienta. 


Muchos crecieron aprendiendo a callar, a proveer, a soportar sin mostrar debilidad. 


Y así, sin querer, aprendieron a amar desde la distancia, desde el hacer, desde el esfuerzo silencioso. 


Un padre es quien sostiene el techo, no solo el de la casa, sino el de nuestras seguridades más profundas. 


Es quien enseña sin palabras y corrige con gestos. Quien tal vez nunca dijo “te amo”, pero preguntaba: “¿comiste ya?”, y en eso escondía su ternura. 


No todos los padres supieron serlo. Pero muchos intentaron. 


No todos los padres estuvieron. Algunos no pudieron, otros no supieron, y algunos simplemente no quisieron. Y aún así, en la historia de cada hijo hay una marca de esa figura, porque todo ser humano necesita saberse protegido, validado y amado por su figura paterna. 

Hay padres que fallaron. Hay padres que dejaron heridas. Y también hay padres que, aunque torpes en el amor, dieron todo lo que tenían… aunque fuera poco. 


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Dar lo que no se recibió: el gran reto de muchos hombres 


Muchos padres llegaron a la paternidad sin haber sido nunca hijos emocionalmente cuidados. 


No recibieron afecto, no conocieron la contención, no aprendieron a sostener porque nadie los sostuvo. 


Dar lo que no se tuvo duele. Pero dar lo que no se tuvo… también sana. 

Muchos hombres están rompiendo cadenas, aprendiendo a criar desde la consciencia y no desde la repetición. 


La herida paterna también duele. Y también se puede sanar. 


La ausencia de un padre, el miedo que nos causó, el rechazo que sentimos, 


la crítica constante, la comparación, la dureza emocional… todo eso deja huellas. 


Y reconocerlo no es falta de respeto. Es una forma de cuidar nuestra salud mental. 


La figura paterna forma gran parte de la autoestima, la seguridad personal y la capacidad de vincularnos con otros. 

Por eso, mirar hacia atrás y revisar el vínculo con papá, es una oportunidad para crecer desde lo vivido, y no a pesar de lo vivido. 


Ser padre no es cargar con todo. Es aprender a estar. 


No se necesita ser perfecto para ser buen padre. 

Se necesita estar, mirar, escuchar, validar. 

Se necesita dejar de temer a la ternura. 

Mostrarle a los hijos que ser hombre no significa ser duro, 

sino ser humano, con errores, emociones y voluntad de mejorar. 

Un padre amoroso marca la diferencia. 

Un padre presente cambia el curso de una historia. 

Y un padre que elige sanar, deja una herencia emocional que trasciende generaciones. 

 

 

 
 
 

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© 2023 Mente RePsiliente, Ps. Andrea Vargas Rios

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